El 1 de mayo pasado el catedrático de Política Económica de la UB, Antón Costas, festejó la efemérides con un artículo en La Vanguardia que llevaba el título de El talón de Aquiles del capitalismo y que leí con cuidado. Guardé un recorte entre las páginas de una de mis moleskines y me lo acabo de encontrar.
Después de caracterizar ese nuevo capitalismo como aquel en el que florece lo que en otro sitio he llamado la Private Equity, se pregunta por tres características que parecen darse en este capitalismo nuevo: su infuencia en la política, la desigualdad creciente y la inestabilidad laboral.
Si tuviéramos una visión más amplia de este nuevo capitalismo, no nos parecería raro su influencia en la política. Esta está cada vez más relacionada con la economía, pero esto quizá no sea no tanto porque la economía lo invade todo; sino porque las otras facetas de la política están en recesión: la ideología cuenta ya poco.
En cuanto a la desigualdad no me impresiona mucho que el más rico sea ahora muchas veces más rico que el ciudadano medio que hace 100 años. Me parece mucho más relevante que los sueldos de los grandes ejecutivos sean tan desmesurados. La primera cuestión no creo que influya demasiado en el índice de Gini, mientras que la segunda parece no solo que influye en la desigualdad personal de le renta, aumentándola en ciertos paíse asociados a lo que entendemos por nuevo capitalismo, sino también el la caída de participación de las rentas del trabajo. Pero sobre todo me importa que genera focos de envidia que hacen de la vida algo poco agradable.
Sí me parece más significativa la inestabilidad laboral y estoy de acuerdo con Costas y con Richard Sennet ( al que aquel cita :La cultura del nuevo capitalismo. Amagrama) en que esto trae consigo un cambio cultural muy profundo. En el capitalismo que viene el trabajo no será para toda la vida; pero seguramente los períodos de mala suerte serán compensados con los de buena suerte de modo que, como media , ganaremos lo mismo a lo lago del ciclo de vida aunque con mayor variabilidad.
Pensemos que esto es así, aunque sea muy discutible, y reflexionemos sobre si preferiríamos vivir en lo que parecía que pudo haber sido el capitalismo renano o preferiríamos llegar a vivir en el nuevo capitalismo que apunta y que llamaríamos americano.
La diferencia estaría en que en el primer caso la suavización del ciclo la hace el Estado con nuestros impuestos mientras que en el segundo caso esta suavización la haríamos nosotros mismos a través de esquemas privados de aseguramiento.
Podría argí¼ir que los incentivos a trabajar son mayores en el segundo caso y que por lo tanto la tarta a repartir sería mayor mitigando la envidia. Pero creo que hay un argumento más serio y este es el argumento de la autonomía. El ser dueño de mi destino es un bien en sí mismo y la vida que ese bien impone me resulta más gratificante. Así son mis gustos.
Claro está que el paso a un regimen así no sería fácil y que alguien por el camino sufriría y mucho. Pero esto es solo un argumento para hacer bien y justamente la transición, no es un argumento sobre el escenario en el que nos moveríamos después de hecha. También es cierto que mi escenario ideal puede no ser realista y que hay que establecer instituciones para apoyar a los que no han podido salir de una serie de malas suertes. Pues claro que sí; pero tanto más dispuestos a hacer algo por ellos estaremos cuanto más libres hayamos sido y menos mentalidad de rentistas tengamos.
El nuevo capitalismo no tiene talón de Aquiles o si se quiere todo él es un tal talón. Todo puede salir mal, pero esto es algo de lo que ningún sistema económico puede librarnos. Es porque ya sabemos eso que uno puede pensar con mayor libertad en las características del Capitalismo que Viene.