Continuo con el primer párrafo de la gran novela de Bilbao que presentaba ayer
.......y tiritan de miedo dos naufragos.
Sus ventanas daban al sureste de la plaza, con un colegio de chavales vacío a la hora de comer y con un restaurante lleno de pobres hombres orgullosos de verse como la España que trabaja y que solo son funcionarios al dictado del Boletín oficial. Pero no hubo ocasión de discutir donde pasar la noche, cojimos nuestros bártulos y nos largamos a su casa, a la que había sido de sus padres, y antes de su abuelo, y que ella heredó de aquellos y en donde había vivido todos sus recuerdos bajo la tutela de este abuelo todavía firme y con camisa blanca impecable que no dejó traslucir su desencanto por nuestra deserción. Pero yo sabía que no había opción. Mañana después del concierto todo volvería a una normalidad relativa. Solo relativa porque al día siguente ella volvería por nuestros pasos, aunque solo hasta Munich y yo saldría para Madrid camino de California. Esta separación que creíamos entonces temporal y que nunca llegó a ser total aunque sí muy puntuada por largas temporadas de alejamiento, en muchos sentidos, podía muy bien haberse iniciado en mi habitación con vistas al parque o en ese salón de etéreas huellas de presencias pretéritas. Pero esta noche tenía que ocurrir, no transcurrir, no deslizarse, no pasar plácidamente entre entre el sueño y el placer y el amparo, tenía que ocurrir, como un acontecimiento fundante, en esa habitación fría, cursi y desangelada que había sido de sus padres y que ocupaba toda la segunda planta de una casita de obreros pegada a otras que, a su vez, acariciaban otras que conformaban un barrio de una sola calle más pendiente que la subida al Mí¶nchberg al que tantas veces habíamos trepado sin aparente esfuerzo, enfrascados en una conversación alegre y lenta. Pero ni flores ni hierba en esta casa del Barrio Obrero de la Ciudad. Solo una calle en cuesta, estructurada en peldaños, casa por peldaño, con aceras estrechas y una calzada con rozas a los lados por donde se despeña un torrente en cuanto caen dos gotas.
Continuará...