Algún día de la semana que acaba hoy me detuve en la página cultural de El Mundo. En ella un corresponasal en Londres informaba sobre un pequeño ensayo del crítico literario George Steiner que parece ser forma parte de un libro de ensayos cortos que acaba de publicarse. En el ensayo a que me refiero Steiner reflexinaba, basándose aparentemente en su experiencia personal, sobre las relaciones entre sexo e idiomas.
No es lo mismo hacer el amor en ingés, francés, italiano o alemán. No parece un gran descubrimiento a no ser que se caractericen con un poco de gracia las diferencias. Que en alemán el amor puedes ser un poco salaz o en francés verboso son afirmaciones que se parece demasiado a los chistes de «había un francés, un ruso y un español» como para resultar realmente interesante.
Me quedé con las ganas de saber, por ejemplo, si Steiner gusta de la variedad en este campo del sexo y, si ese fuera el caso, de conocer su opinión sobre el amor en lenguas minoritarias. Este asunto iría más allá del tipo de chiste al que me hereferido más arriba y tendría alguna implicación intelectual sobre los nacionalismos o la Europa de los pueblos. Pero parece ser que nada de esto se puede aprender de este reciente ensayo del sagaz Steiner.
Más interesante me parecen los diarios sexuales de Keynes que conozco através de una converasación entre dos historiadores de la religión que me envía David Teira. Me entero de que en uno de ellos aparecen sus conocidos amantes con siglas reconocibles con lo que el diario tiene un cierto interés historiográfico. Aprendo también que en el segudo de estos diarios la cosa va de coleccionismo de las aventuras anónimas y un poco sórdidas que son recogidas con preocupación de estadístico o de coleccionista comparando performances y clasificando las experiencias según un código secreto cuyo descubrimiento pueda dar para una tesina sobre los orígenes próximos del lenguage gay.
¿Podriamos aprender algo más de este aparente descubrimiento reciente de un trocito de la obra del gran Keynes? Parecería que no; pero no debemos darnos por vencidos tan pronto. Creo, un poco tongue in cheek – aunque no del todo – que se podría abrir una promisoria línea de investigación sobre sexualidad y política económica. Tengo el pálpito de que el pump primig, por ejemplo, no es algo tan raro para alguien que como Keynes tenía una concepción de la promiscuidad sexual no como algo saludable y natural, sino como algo parecido a ese coleccionismo propio de adolescente que está interesado más bien por la iniciación en algo un tanto prohibido y diferenciador.
Naturalmentr que los primeros resultados de esta línea de investigación tan novedosa y posmoderna deberían testarse frente a los ejemplos recientes que en estos tiempos de turbulecias podrían ser muy reveladores respecto a la manrra de ser de distintos ministros de economía o de diferentes gobernadores de bancos centrales o de patidarios de una u otra forma de concepción macroeconómica o de intervención de política económica.
No prometo nada, pero se me empiezan a ocurrir cosas que quizá puede someter a su criterio en un futuro próximo cumpliendo así mi sueño secreto de mezclar la economía con la prensa del corazón. Es esta, creo yo, un espejo privilegiado de la situación económica y de las políticas que se están siguiendo o prometiendo.