En la conferencia de Michael Burda a la que me refería el otro día se discutió una cuestión interesante.
Ente los factores que explican la ausencia de incrementos en la productividad alemana, como en la española, están cosas como, por ejemplo, el número de días que se tarda en montar una empresa. Demasiados en ambas economías.
Sin embargo, mi colega Juanjo Dolado hizo notar que habría que contrastar este dato con la rotación de las empresas. Es posible que las que más tardan en crearse tengan un ciclo vital más largo. Déjenme añadir por mi cuenta que una vida larga de una empresa tiene posiblemente ventajas relacionadas con el learning by doing. Pero Burda quería defender su postura y para ello argumentó de una manera de la que quiero dejar constancia.
No negó la pequeña sugerencia que acabo de mencionar ni ninguna otra posible ventaja de la alta vida media de las empresas (y hay muchas ) sino que se refirió a que su visión, un si es no es hayekiana, le hacía pensar que ahí fuera, en un mundo posible, hay montañas de ideas interesantes y muchísimas formas de hacer las cosas mejor, pero que estas ideas y procesos, de momento solo platónicos, pueden ser descubiertos y hechos realidad por la exploración y que ésta se hace más intensiva cuanto más fácil es montar una empresa, aunque quizá su expectativa de vida disminuya.
Me gustó la explicación en sí misma; pero me gustó aun más la tranquilidad con que un autor neoclásico ortodoxo hace uso cuando le conviene de ideas un tanto distintas y alejadas de su escuela y, admás, poco formalizadas o dificilmente formalizables. Me pareció un ejemplo de hibridación creativa muy propia de la era digital.