Cometí un error al afirmar, en El Poder y la Arbitrariedad, que el Libro de Job reposaba en mi mesilla de noche. En primer lugar, el libro que me acompañó en mis horas bajas no era el Libro de Job sino su glosa ensayística por parte de Toni Negri, otro de mis hermanos italianos. En segundo lugar, no lo encuentro en donde creía que estaba y no sé dónde buscar. Hasta el exocerebro me falla.