El País se ha puesto serio con el sunto de las denominadas trampas en el deporte a propósito del último héroe americano, Floyd Landis, quien al construir un mito sobre sí mismo ha conseguido desbancar al que revestía a Lance Amstrong. Este había superado un cancer y Landis corre con una necrosis de cadera, además de ser un menonita descarriado.
Nunca sabremos si Amstrong se dopaba; pero incluso antes del contraanálisis ya hemos condenado al último ganador del tour. ¡Y de qué forma!
Supongamos que realmente se forró a esteroides el día de su famosa escapada.Según El País esto pervierte el deporte. Nada que objetar hasta aquí excepto que, como ya dije, si se permitiera el dopaje, ese deporte se dividiría en dos : el amateur que sirve para incitar la competitividad y el profesional que sirve para batir records, algo que expliqué un poco más en un post posterior.
Debe ser a este último tipo de deporte al que se refiere El País en su primer editorial de hoy28 de julio cuando, al remontarse a la Grecia antigua, lo entiende como la única manera que tiene el Hombre de compararse a Dios.
No me parece afortunado el editorialista de verano porque ningún deporte está a esa altura. Pero es que, además, si fuera eso lo que el deporte simboliza y dramatiza, nada como correr el riesgo de morir en el intento de superción para copmpetir con Dios.
Creo que necesitamos menos gradielocuencia y un poco más de imaginación para encontrar maneras de facilitar que cada uno haga lo que le de la gana. No siempre se puede conseguir este objetivo loable; pero en este caso es fácil. Basta con despenalizar el dopaje.