«Sentido común» es una expresión que de tanto repetida ya no significa nada. En cambio hay otras expresiones o palabras vacías de contenido porque todavía no se usan en nuestra comunidad de hablantes; pero que vienen de otros ámbitos y que tienen m ás o menos probabilidades de acabar como expresiones comunes con un significado común y m ás o menos preciso.
Tenemos ejemplos de todo. Restrigiédome al ambito del habla inglesa, tenemos el éxito de «al final del día» que,aunque no haya traspasado la frontera del mundo académico, ha alcanzado cierta regularidad dentro de éste para decir «a fin de cuentas». Sin embargo el «go and take a bath» como expresión desdeñosa que se usaba para afear a cualquiera que jugara retóricamente con las palabras cuando algo conceptualmente serio estaba en discusión, no tuvo ningún recorrido en castellano, aunque no estaría mal zanjar una discusión mandando al oponente torticero a «darse una ducha».
O sea que el mimetismo no siempre funciona. ¿Funcionar á con el adjetivo «vibrante» aplicado a los mercados? No me extrañaría que así fuera si se limitara a referirse a los mercados fnancieros y quisiera decir que se mueve mucho dinero en ellos durante un periodo determinado. Tampoco me llamaría la atención si oyera hablar así aun cronista de Bolsa o a un jóven experto en an álisis bursatil entrevistado en la televisión. Pero leer el domigo 30 de octubre las declaraciones del director gerente del FMI a EL MUNDO afirmando que «la prosperidad de los últimos años es atribuible al vibrante comercio mundial» me dejó inqueto porque no estaba hablando de la Bolsa, sino del comercio mundial de bienes, y porque Rodrigo Rato no es un jóven meritorio de una casa de Bolsa.
No es dificil imaginar lo que quiere decir este adjetivo que no es común en los libros de introducción al an álisis económico. Seguramente diremos que el comercio mundial es «vibrante» si el valor de los intercambios se hace muy grande o si el crecimiento de ese valor es mayor de lo esperado. Si no me confundo en mi interpretación se entiende lo que quiere decir pues «al final del día» todos sabemos que cuanto mayores sean los intercambios entre países m ás mejora el bienestar conjunto y el de cada país (esto sí viene en el libro de introducción). Pero si en este adjetivo acuñado por la mejor burocracia del mundo alguien quiere hacernos entender algo m ás enjundioso, o nos lo explica o le mandaremos a «take a bath».
Podría inventarme una explicación derivada de multitud de informes que circulan por ahí y que utilizan la expresión generosamente; pero no vendría al caso porque no estaría diciendo nada nuevo. Lo interesante es m ás bien la observación de los deslizamientos sem ánticos. Mañana, en efecto, un mercado «vibrante» puede convertirse en un mercado con burbujas o en un mercado en el que las pérdidads no se han materializado finalmente u otro en el que las ganancias parecen universales o, m ás específicamente, uno en el que las oscilaciones de precios son r ápidas y no muy profundas. ¡Quien sabe!
Y sin embargo saberlo podría ser de interés porque muy a menudo una idea se congela en una expresión que luego arrastra o convence a la opinión pública y hasta a los técnicos que asesoran a gobiernos o a los responsables de asociaciones de influencia.
La «unidad de mercado» es un buen ejemplo de lo que quiero decir. A base de repetirlo como un mantra ante cualquier modificación de las reglas del juego que no se le haya ocurrido a alguien mayor y aburrido,se proclama que la Uunidad de mercado» est á en peligro. Y como ya se sabe, aunque parecería que Rato igual lo ignora, sin esa unidad no hay «comercio vibrante posible».
Pero igual no es esa malévola interpretación la buena. Quiz á lo que se quiere decir es que no hay ni «unidad de mecado», ni consecuente «comercio vibrante», ni resultante prosperidad ,sin una cúspide regulatoria única. Pero como lo que sí que creo que es cierto es que solo hay mercado libre cuando no hay una sola jerarquía regulatoria, resulta que los agoreros de siempre no est án diciendo nada de enjundia m ás all á de que quiz á haya que etiquetar los productos en varios idiomas.
Y algo parecido puede pasar con el nuevo y críptico concepto de «comercio vibrante». Quz á no sea m ás que el propio leguaje que utiliza a los economistas del Fondo para explorar nuevas direcciones interpretativas y que su jefe esparce por el mundo. Pero ¡cuidado !. Lo que para el lenguaje es gratis puede no serlo para nosotros. El mimetismo nos desliza con suavidad por terrenos accidentados; pero puede confundirnos cuando se trata de tomar decisiones importantes o de aconsejar por donde tirar en una bifurcación inesperada. Llegar a algún tipo de unanimidad basada en la imitación no es garantía alguna de acierto.
Vigilemos los deslizamientos sem ánticos y evitemos el mimetismo.