Ha muerto a los 94 años. Supongo que cuando no te mueres a tiempo se te da por amortizado y no hay forma de que los colegas importantes del momento cierren su ordenador y se pongan a tomar notas en un yellow pad a fin de evocar, más tarde y con un poco de rigor, tu figura como economista.
Como prueba de lo que digo leamos lo que dice Mankiw en su blog. Se limita a reenviar al lector a algo que escribió hace años. Es que cuando hablamos de un economista hoy ya no hablamos de lo mismo que representaba Friedman. Poco a poco los economistas se han deslizado hacia la ciencia y las formas de hacer de ésta y ya no es fácil encontrar un economista que no sienta reparo en definirse como un intelectual o no se sienta un poco molesto si se le considera como tal. Me cuentan que los prescottianos se reunían a comer en Minnesotta una vez a la semana enfundados en batas blancas y no hace falta que me cuenten que, en su mayoría, no se reconocerían en la figura de un intelectual.
Friedman escribió durante años una columnita periódica en el Newsweek que, junto con la que escribía Samuelson, me abrieron los ojos a las posibilidades de la Economía como manera de pensar diferenciada sobre las cosas más familiares. Hoy son muy pocos los economistas jóvenes que están dispuestos a perder el tiempo haciendo de periodistas aficionados, cosa que no consigo entender. Por un lado el coste de oportunidad es enorme si, como es el caso hoy en día, lo que buscas es el reconocimiento de los gurus de la profesión a fin de llegar a ser uno de ellos. De acuerdo, pero, por otro lado, la Economía ha evolucionado en una dirección tal que parecería que está cada vez más cerca de poderse contar con palabras sencillas aunque la técnica sea muy complicada.
Por cierto que estos dos argumentos contradictorios se pueden repetir exactamente en relación a lo que se ha llamdo metodología de la Economía. El artículo de Friedman sobre la Metodolgía de la Economía Positiva es un clásico que ningún economista puede permitirse ignorar. Sin embargo ya no se habla de esa cosa que se ha quedado para filósofos perdidos cuando, sin embargo, parecería que dado el cambio de marcha en economía parecería que es el momento de volver a ella de una manera tradicional. Esto es exactamente lo que opina Glaeser, de Havard, en un articulito del famoso Harvard Crimson, tratando de incluirla en el curriculum de los estudios de undergraduates. Friedman hubiera opinado igual.
Los periódicos contarán estos días sus logros principales, desde su teoría de la función de consumo hasta sus críticas a la política económica basada en una curva de Phillips que no tiene en cuenta las expectativas, pasando por sus ideas sobre política monetaria, su enciclopédico conocimiento de la historia monetaria de los EE.UU. y, desde luego, sus discusiones sobre la libertad de mercado.
Los más cultos intentarán discernir en qué medida no dejó nunca de ser un keynesiano, siempre obsesionados, Keynes y Friedman, por encontrar una regularidad empírica estable en la que basar sus conjeturas y sus propuestas de política económica. Esperemos que los jovenes que le han dedicado tesis doctorales, como la de David Teira, se dignen contarnos algo original que se diferencie de los obituarios rutinarios.
Yo termino contando que una de mis primeras intervenciones comprometidas más allá del seminario académico y en ambientes internacionales tuvo lugar en París allá por el año 73 en una conferencia celebrada en los abandonados cuarteles de la OTAN. Allí estaba Milton Friedman rodeado de otras grandes figuras de la época. Y allí estaba yo como discussant de un jóven Rudiger Dornbusch. Mi comentario fué alabado por ambos y ambos están muertos. Y con ellos yo también muero un poco.