Ya son muchas notas en mi Goulue. Prácticamente una por domigo. Ese día del Señor salgo a pasear por la tarde y me encuentro con esos matrimonios de jóvenes que me parecen tristemente conservadores que vuelven de la casa de su padres en la sierra acarreando a la prole de tres o cuatro niños.
Deberían tener cara de felicidad; pero están tristes, tanto los jóvenes padres como los pobres niños que no suman ni 10 años entre todos.
Debería sentir nostalgia de esa época que yo también he vivido; pero no la siento. Solo recuerdo el trabajo terrible que eran los hijos y el tiempo que quitaban para lo que, a esa edad, me interesa a mí que era aprender cualquier cosa menos a cuidar niños.
Espero que lleguen algún día a poder disfrutar de ellos como yo disfruto ahora cuando ya son dueños de sí mismos y todavía no se sienten obligados ayudarme a cruzar la calle.
Pero me temo que no van a tener esa oportunidad de disfrute porque las maneras y pautas de conducta que la vehiculan ya no sirven y esos hijos les van a reprochar, siquiera implícitamente, que no se enteraron y que «los baños» no son la actividad clave de una jornada.
Veo a los jóvenes de la edad de mi hijo mayor destinados al sufrimiento de no saber para qué han vivido.