Ocurre que en lo que realmente gasto es en libros y taxis. Los libros me arropan y me protegen; pero los taxis me deseperan… en Madrid.
Ya me despaché a gusto contra los taxistas madrileños que llevan la luz verde por si acaso vas en la misma dirección que ellos han tomado para ir a comer a su casa. Es como ese tipo que me envió el seguro para mirar la causa de unas goteras y que entró en casa pasándome su tarjeta para repintar la fachada.
Pero en Bilbao los taxistas funcionan de otra manera. Desde luego no hacen el jueguecito de la luz verde; pero la diferencia fundamental entre el taxi madrileño y el bilbaino es que aunque el banderazo es como 2.50 euros más en Bilbao, no corre el taxímetro durante los primeros casi dos Kms. Es para evitar los viajes demasiado cortos y por lo tanto representa como el gasto mínimo que algunos restaurantes y otros establecimientos exigen.
Me recordó que hay garitos en los que la entrada no da derecho a nada y los hay que, pagando la entrada, tienes derecho a una consumición. Estos últimos son como los taxis de Bilbao. Pero quizá es cuestión de preferencias.
Lo mejor sería que hubiera taxis de dos clases. Los blancos funcionan como en Madrid con pago de la entrada y sin derecho a consumicion. Y los negros como en Bilbao, con derecho a consumición. El público los elegiría y se impondrían unos u otros sin interferencias de los reguladores. He aquí un ejemplo más de las ventajas de la regulación descentralizada.
Y ya puestos inventemos la luz morada para los que van camino de su casa y están dispuestos a llevarte si vas en su misma dirección simplemente por la voluntad. Esta iniciativa haría ciudad en el mismo sentido pretendido por esa inicitiva europea que sugiere formas de incentivar que conozcas y te relaciones con tu vecino.
Y no solo eso sino que mejoraría muy mucho la imagen del gremio, una imagen que no está muy embellecida, al menos en Madrid, a pesar de algunos grandes profesionales que incluso esperan a que abras el portal antes de seguir con su servicio público.