El lumbago que agarré en Lund tiritando dentro de un taxi que me devolvía a Copenhagen desde un restaurante de la pequeña ciudad sueca y con mi traje a medida chorreando por la manta de agua que me cayó encima en 100 metros, ha acabado con mi cintura y ando y me siento doblado.
Escribo este post inclinado sobre las teclas como Glen Gould se inclinaba sobre las del piano para recrear eternamente sus variciones Goldberg