Enron acabó con algunas prácticas contables dudosas a pesar de que, como siempre he argüido, sus grandes jefes innovaron seriamente a través de esas prácticas. El reflujo tuvo consecuencias insospechadas para mucha personas que no tenían nada que ver además de llevarse por delante la principal firma de auditoría.
La crisis que se ha iniciado el verano pasado y que también es producto de la innovación, en esta caso financiera, se llevará por delante las firmas de rating y seguramente también mucho del análisis, al menos tal como lo conocemos hasta ahora. Y de paso acabará también con los sueldos de los grandes brokers, analistas y CEOs que, como decía un periódico ya hace semanas, ganan en 10 minutos lo que un empleado medio al año.
Ahora vuelve este último asunto a la actualidad mediante un editorial del FT del día 16 de octubre: Money for nothing. que rechaza las explicaciones convencionales. Los sueldos habrían subido en proporción al aumento del tamaño de las compañías. Sí, es cierto, pero no es evidente que cueste seis veces más manejar una compañía seis veces mñá grande. El talento sería escaso, de acuerdo, pero lo que se observa es un salto cualitativo en las tablas salariales cuando hablamos de sas figuras paradigmáticas que no se compadece con la continua variación en el talento se mida como se mida. Es posible que añadan mucho valor a las compañías; pero es dificil de zceptar este argumento cuando se trata de compañías tradicionales y no de novedades inmaduras en sectores novedosos. Por esas contrarazones el FT piensa que la única explicación es que los propios ejecutivos tienen dmasiado poder debido a la dispersión del accionariado. Sugiere el FT que se de más poder a los accionistas.
Este tipo de explicaciñon es convincente, pero el poder al que se refiere debería ser llamado por su nombre. Se trata de una renta, ese concepto al que últimamante me refiero muy a menudo. Una compañía madura pero grande no quiere un núcleo duro y da argumentos especiosos para defender la dispersión del accionariado. Pero esta dispersión hace imposibe defender una política salarial determinada especialmente cuando ésta no es clara sino que está envuelta en opciones y otras formas de retribución variable que no son fáciles de desentrañar.
En estas condiciones el Presidente o el Consejero Delegado de esa compañía tiene la posibilidad obvia de aprovecharse y de apropiarse de una renta sustanciosa que no se obtendría por la mera competencia sino que es mucho mayor gracias a una especie de entente implicita entre ejecutivoos de un mismo sector.
Aquí ,como en otras muchas cosas, la única solución, que no es dificil de llevar a la práctica, es hacer grupos de accionistas que se conviertan en perros guardianes del poder del capital. Las TIC permiten ya eso y sus posibilidades se harán realidad en cuanto se descubra lo obvio que es que lo que añade valor a las compañías no es el poder taumatúrgico de una o dos personas sino la innovación que ha de venir de dentro mediante la explicitación del conocimiento tácito y que todo esto ocurrirá ya inmediatament en cuanto se reconozca que el poder debe estar cercano a los ingenieros en sentido amplio y no como hasta ahora en manos del jefe de finanzas o de ventas.
La competencia por esa clase de talento acabará con las rentas que están por detras de las diferencias salariales y finalmente de la corrupción light que observamos.
Por ahí irán los tiros.