Soy tan mal lector de poesía como buen fisonomista. En mi Goulue tengo recogidos docenas de parecidos razonables solo en este recién pasado mes de agosto. Pero todos empalidecen ante las palpitaciones que me produjo ver a mi madre en una fotografía totalmentre inesperada que, justamente, tiene que ver con la poesía.
Solo me he interesado por la poesía no lírica; odio hasta el erotismo si no lo puedo leer de través. Y la poesía, con escepciones, no se puede leer de través. Entre las excepciones está un poeta que aun siendo lírico y dificil de traducir siempre me ha parecido que tenía visiones iluminadoras que recogía en estrofas inolvidables, esclarecedoras y que he memorizado en su idioma original. Así que cité dos de estas joyas de Rainer Maria Rilke en Economía Neoclásica. Seducción y Verdad como entradilla al primero y al último capítulos de esa publicación que fue tan importante para mi vida en general y no solo intelectual.
Así que cuando el 23 de agosto encontré, en la librería de esa joya que es la NEUE GALLERIE en la quinta avenida y un poco más al norte del METRPOLITAN , la correspondencia entre Rilke y Lou Andeas- Salomé, una figura femenina de la que había estado prendado una temporada alrededor de la publicación del libro citado, no dudé en adquirirla sin siquiera hojearla.
Se trata de uno de esos volúmenes pesados, de gran precisión académica y que como única concesión al fetechismo ofrece en medio ( concretamente entre las páginas 172 y 173 ) 29 fotografías de poetas, bellas baronesas admiradoras de su arte, amantes, psicoanalistas y castillos encantados.
La taquicardia se desbocó en la fotografía número 27 en donde aparecen el poeta y mi madre en el castillo de Muzot.
El texto dice que se trata de Rilke y Baladine Klossowska en la terraza del castillo de Muzot. Esta mujer, apodada Merline, es la madre de Pierre Klossowski y de Balthus y, desde luego, amante de Rainer Maria con quien compartió temporadas en ese castillete medieval cerca de Sierre, en Valais, Suiza. Pero es evidente que esa mujer es mi madre mucho antes de que yo naciera y cuando realizaba viajes exóticos, inclído uno mítico a Tierra Santa. He visto las fotos de ese viaje en concreto, además de muchas otras de su juventud, y no tengo duda alguna de que se trata de ella a pesar de dos pequeños detalles sin ninguna importancia poética: las fechas no coinciden del todo y Merline fumaba.
Y de repente entendí muchas cosas de mí mismo y mi corazón se calmó. Ya no puedo extrañarme de que el erotismo y el sexo sean para mí mucho más que placer. Ya no tengo porqué sentirme culpable cuando, por debajo de una pintura de Balthus que visito con extraña asiduidad en La Thyssen, descubro extasiado la aparente, aunque para mí evidente, pedofilia del pintor. Los Klossowski han sido para mí como hermanos mayores y ahora sé que no solo era una afinidad impostada, sino que éramos hermanos por parte de madre.
Tuvo que ser duro para ella, disuelta en la belleza de la decadencia europea anterior a la Gran Guerra, contemplar en silencio el rechazo de mi hermana por el piano así como el mío por la poesía y la fealdad de las baratas pinturas que adornaban nustro salón, nuestro comedor, el despacho de nuestro padre y la salita de diario. Pobre Anselma Elejalde, pobre madre mía, siempre cuidando de un marido de extraña sensibilidad en un Bilbao lóbrego y recordando, al mismo tiempo, la belleza de una centroeuropa clara y libre que se solaza en el cielo de la Toscana para olvidar su falta de esa energía histórica tristemente dramatizada por la eterna enfermedad de nuestro padre.
Pero la vida oculta de mi madre, esa que ella supo hacer desvanecer en el tiempo, rebrota en mí y le seré fiel aunque no deje de tener algo de enfermizo.