¿Queda algo de los años 60 del siglo pasado, adem ás de reuma y cinismo?
¿Queda algo de ese año m ágico para los que entonces éramos jóvenes? ¿Queda algo del Concilio Vaticano II para los que entondes éramos creyentes?
En cuanto esa época y sus acontecimientos representaba el antiautoritarismo y el antidogmatismo parecería que no queda nada. Diríamos m ás bien que hoy se lleva justamente lo contrario.
El autoritarismo est á en la calle; se clama por su vigencia. Faltan líderes se dice, en Europa y en España. La buena educación se confunde con la falta de criterio y la consecuente incertidumbre nos paraliza. Mejor ir por mal camino que no saber qué camino tomar.
El dogmatismo parece lo natural; dictado por el famoso «sentido común». No a la homosexualidad; es una enfermedad de la que los pacientes no se quieren curar. No al darwinismo; no tiene sentido en un mundo tan complejo (el concepto de complejidad se alía secretamente con los dogm áticos ) que solo puede entenderse como producto de un diseñador inteligente.
La independencia de un Banco Central (mi monomanía enfermiza) auna ambas tendencias de manera ejemplar: autoridad monetaria incontestable (que hace de personajes como Trichet, tan poco mitificables, unos líderes a los que creemos necesitar) y el dogmatismo ortodoxo en materia económica que desvela su propia vaciedad por la escasa templanza de su defensa.
Y, sin embargo, hay signos esperanzadores ( para mí ) de que el espíritu de aquella época no solo no ha muerto, sino que reverdece. Pensemos en las revoluciones de colores que se hacen en la calle como en París o Praga en el 68 . Pensemos en el multiculturaliso al que se han vuelto con cierta envidia, a pesar de sus defectos, los que han sufrido los acontecimientoe franceses de los barrios periféricos de las ciuades francesas hace solo un mes. Y pensemos en los brotes de confederación que los politólogos creen descubrir en los nacionalismos periféricos de la España de hoy.
Nada de esto est á hoy m ás claro que hace 47 años; pero sí m ás focalizado. Los partiarios del sistema de mercado, entre los que nos contamos casi todos, empezamos a desear una reducción del ámbito de la propiedad y un ensanchamiento del espacio público en materia de propiedad intelectual y hasta se abre la discusión sobre la lógica de la independencia de los bancos centrales.