El domingo pasado me fuí a las 4 de la tarde a ese lugar inaudito llamado Pequeño Cine Estudio en la Calle Magallanes de Madrid y me tragué con atención un documental sobre el caso Enron. Está basado en un libro escrito por mujeres quienes, al parecer, fueron las únicas que tenía la cabeza en su sitio y que eran capaces de «pitar falta» en medio de aquella locura. Locura por cierto no exclusiva de esa compañía.
En un momento u otro los tres personajes principales, Ken Lay (Presidente), Jeff Skilling (CEO) y Andy Fastow (CFO), aparecen con las manos esposadas a la espalda. Esas imágenes son el pago que los productores del documental satisfacen al sistema americano que se supone reconoce sus errores y los destapa públicamnte.
Pero dejando aparte este comentario sobre el sistema americano que muchos admiramos más o menos, diré que este documental me ha recordado un par de cosas cosas que escribí en el pasado y que ahora quisiera compartir con los lectores de este blog.
La primera es la que resalté en mi artículo ¿Es Parmalat el Enron Europeo?. Ya explicaba allí que Parmalat no había aportado nada nuevo mientra que los tres mosqueteros que capitaneaban Enron habían cooperado a crear nuevos mercados, desde el trading de energía hasta el mercado sobre el tiempo atmosférico. Estas dos ideas esran buenas; pero el documental las trata como trampas propias de tres ladrones.
La segunda tiene que ver con la relación entre mercados completos y fragilidad. Escribí sobre este tema espinoso en Terrorismo, Filosofía, Economía? y Nacionalismo. El mensaje era que completar mercados, tal como acabo de decir hacía Enron, es algo bueno aunque peligroso porque nos deja sin capacidad de reacción ante cualquier contingencia no prevista. Y nunca se pueden prever todas. El caso Enron sería un ejemplo de esto. Pero dificilmente podríamos acusar a alguno de los tres jefes máximos de saber algo de esto. Ni siquiera Ken, el Presidente, del que sabemos que tenía un doctorado en Economía.
Parece claro que falsearon cuentas y que se llevaron dinero en cantidades ingentes, aunque el juicio principal todavía no ha terminado. Rompieron la vida de 30 000 empleados. El arrepentimiento es bueno cuando es genuino y quizá lo sea en ciertos estratos de la sociedad americana que piensan que se están pasando en la construcción del capitalismo. Pero aprovecharse de ello para presentar a estas tres personas como vampiros es solo adecuado para los adoradores de iconografías simplistas.
Acusarles tal como se hace en el documental, de haber robado a los californianos con ocasión de la crisis energética me parece una falsa acusación. Esta crisis estuvo causada por el error regulatorio de poner un techo al precio de la distribución de electricidad, lo que causó un bancarrota de muchas distribuidoras ante el incremento del precio de generación, incremento que nada tenía que ver con Enron.
Es posible que el capitalismo en su desarrollo cometa muchos errores y que éstos salgan caros a sus responsables y a otros muchos que nada tenían que ver con el cambalache. Utilizar este hecho para crucificar a los tres ladrones es una necesidad bárbara de buscar chivos expiatorios que se trasmuta en tranquilidad de conciencia para una sociedad o para los críticos de esa sociedad; pero que no plantea ninguna solución para la mejora del sistema más allá que la cansina letanía sobre las crueldades de la ideología neoliberal.