Ya me voy haciendo a la idea de que tengo que volver a la Big Science. En mi caso esto solo quiere decir que se acabaron las vacaciones y que tengo que volver al tajo para que la European Spalation Source (ESS) acabe construyéndose y además en Bilbao. Nada mejor para ir abriendo boca que la siguiente historia ejemplar que me contó Feri Mezei.
Leon Szilárd descubrió la reacción en cadena propiciada por los neutrones liberados una vez que ocurre la primera fisión de un átomo al poco tiempo de haberse descubierto el neutrón en plena apoteosis nazi. En lugar de publicar su descubrimiento y presintiendo su caracter letal, puesto que permitía pensar en producir la bomba atómica, patentó su descubrimiento.
Andando el tiempo este científico, judío húngaro, se largó de Alemania y recaló en GB a cuyo ejercito cedió la patente, y Frederic Jolit-Curie redescubrió la reacción en cadena y lo publicó sin preocuparse del uso bélico que se podía hacer del descubrimiento. Los científicos nazis creyeron que ya no había tiempo para fabricar la Bomba y por eso no la fabricaron.
Pero ante esta situación Szilárd, ya en Estados Unidos, convenció a Einstein para firmar y enviar a Roosevelt la famosa carta que él había redactado (en la que el firmante urgía la construcción de la bomba), carta que consiguieron llegara al Presidente a través de un tal Katz, hombre de negocios cercano al Presidente y al científico húngaro.
El resto es muy conocido y representa el inicio del Proyecto Manhattan, la emergencia de la Big Science e….Hiroshima y Nagasaki.
Mezei concluía diciendo que sin Szilárd hoy todos haríamos el saludo Nazi en Europa. Me impresionó; pero también me hizo pensar sobre las patentes. La anécdota nos hace ver que, efectivamente, las patentes retrasan la innovación, pero que este resultado es, a veces, un éxito para todos.