Fueron unas 16 horas de mesa electoral con sus interventores, sus apoderados y sus ayudantes de la administración aunque , eso sí, recibí 50 euros con 35 centavos. Una pesadilla administrativa.
Solo me llamó la atención una cosa: la unción y el respeto reverencial con que se ejerce el voto. Como yo me aburría procuraba alegrarme a mí mismo haciendo bromas a los votantes conocidos o pidiendo provisiones a mi parentela. La reacción era tímida como si no estuviera tomando el acto con el respeto que se merece.Lo que respeto es el resultado limpio de la votación; pero el acto de emitir el voto debería ser festivo.
Cuando voloví a mi casa acompañado por un amable policía municipal, todavía dediqué dos horas a mirar la televisión y escuchar opiniones sobre el significado de los resultados. Además de enfatizar el número de votos o el de concejales, los dos partidos mayoritarios no tienen nada nuevo que decir. A mi juicio lo más interesante es que ya no tienen más remedio que pactar con los partidos pequeños y regionales, nacionalistas o no o muy poco.
Como decía Josu Jon las cosas se complican y ganará quien sepa manejar la complejidad. Pero para esa tarea es imprescindible reconocerla.
A ver si escribo sobre eso en el próximo artículo de EXPANSION.