Siempre he disfrutado mucho del chiste que se atribuye a Groucho Marx y que dice que él nunca pertenecería a un club que le admitiera como socio. Pero nunca he sabido muy bien porqué me hacía tanta gracia. Pensaba que era la descarnada declaración de un pesimista risueño que no se creía digno de formar parte de una sociedad exclusiva y excluyente. Una especie de duda muy judía sobre la pertenencia.
Pero, hace unos días y en el contexto de unas jornadas científicas sobre Economía Experimental y Neuroeconomía organizadas por la Fundación Areces, aprendí de Tom Palfrey, de CALTECH, una interpretación alternativa. Tom empieza afirmando que los clubs existen para elevar el nivel social de sus miembros. De ahí se sigue que solo los que están por debajo del nivel social medio de un club se benefician realmente de él puesto que, a coste cero, reciben un empujoncito social por parte de los miembros que están por encima de esa media. Si me admiten como socio es porque la masa social piensa que estoy por encima de la media y, en consecuencia, no me interesa pertenecer porque si eso fuera cierto estaría prestando un servicio sin recibir nada a cambio.
Esta interpretación nos hace ver a Groucho con otros ojos; los ojos de un experto en teoría de clubs. Y aprendemos a ver un Groucho muy distinto del que creíamos conocer. Ya no se trata de un pobre diablo que duda sobre su pertenencia o de un marginado que se ríe de una vida cruel pero asumible sin tentaciones suicidas. Se trata de alguien que, aunque no lo parezca, sabe de lo que habla como si siempre hubiera pertenecido a la buena sociedad y que, sin embargo, ya no está dispuesto a generar beneficios sociales no retribuídos.
Quizá, además de una reinterpretación del personaje de un cómico genial, tenemos también una pequeña aportación teórica. Solo los muy muy ricos o muy importantes políticamente son capaces de forzar su admisión en un club en el que ellos, a pesar de su poderío, estarían por debajo de la media del prestigio social, de forma que sacarían algo gratis. Por ejemplo, extraerían de los otros miembros el satus social que desean mediante el mero pago de las cuotas y quizá una entrada pero sin aportar ellos nada especial.
Nada realmente sorprendente. Son los poderosos los que obtienen las invitaciones a viajar gratis total en la vida. Y no hay manera de evitarlo pues no tendría sentido no admitirlos a pesar de que no aporten satus. Aportan contactos de negocios o políticos o ambos. Los ricos y poderosos siempre acaban haciendo buenas migas con los aristócratas. Pensemos en Lampedusa y su Gatopardo.
Hasta aquí me ha traído el comentario marginal de Tom Palfrey. Por lo demás las jornadas de la Areces estuvieron muy bien y acabé cargado de lecturas que digiero poco a poco.