Acaba de dimitir el único banquero central vitalicio, el del Banco de Italia, bajo la presión del propio gobierno italiano, de Bruselas y de la justicia.
El caracter vitalicio de su nombramiento era el resultado de llevar al extremo la lógica justificativa de los bancos centrales responsables de la Política Monetaria. Un banquero central vitalicio, a diferencia de un gobierno sujeto a la incertidumbre del resultado de elecciones periódicas, no necesitaría, se dice, venderse a nadie.
Pero esta lógica nunca me ha convencido. Una vez alcanzada una cierta seguridad de por vida, esta cota se da por tomada, como una especie de beneficio hundido» podríamos decir por analogía con la noción de «coste hundido». Y desde esa cota puede muy bien procederse a apoyar la captura de la institución por parte de amigotes y correligionarios del mundo de la construcción y otros negocios.
Que haya dimitido es ul último favor que Fazio hace a sus «patrones» puesto que el empleo, aunque ya nada tenga que ver con la Política Monetaria resdenciada en el BCE, puede seguir siendo vitalicio. En cambio si se hubiera resistido, el Parlamento a instancias del gobierno podría haber cambiado la ley para poder librase de él.
Este cambio todavía est á en manos del gobierno y su mayoría parlamentaria. Si eliminan el caracter vitalicio de un empleo que ya solo tiene responsabilidades de supervisión bancaria, y solo en ese caso, sabremos que la lección se empieza a aprender. Una lección perfectamente aplicable a cualquier banco central que controle la Política Monetaria aunque su gobernador no sea vitalicio
Si no incluyen esa modificación de la ley y se limitan a nombrar otro gobernador, sabremos que , una vez m ás, habr á cambiado algo para que no cambie lo fundamental: la falsa creencia de que hay algo en el mundo social que participa de un caracter absoluto y no est á sujeto a los m ás rebuscados incentivos perversos.