Mentar a la madre es siempre origen de conflictos. Justo nada más terminar el post anterior ya me dí cuenta que me había metido en un lío. Pero no el posible lío entre dos catedráticos, sino algo mucho peor.
Decía, en efecto, que era mi madre la que decía esa frase de «en realidad de verdad». Y lo era; pero la interpreté de una manera que no sé, ahora mismo, si es la correcta. Me lancé sin más a interpretarla como una frase a favor de una concepción de la verdad, la que la entiende como correspondencia, y que yo no compartía. Lo hice conscientemente para poder introducir mi defensa de la otra manera de mirar a la verdad y, de paso, meterme con las relecturas históricas que no me gustan y con los sedicentes expertos que no se miden con los que deberían ser sus pares.
Pero quizá subconscientemente lo que quería era ridiculizar a mi madre por falta de sofisticacíon. Pero una vez examinado ese subconsciente resulta que igual tenía razón.
Miremos a su frase al revés. Dada la famosa sintaxis vasca ocurre que igual lo que quería decir no es que hay dos tipos de verdad, el buen y el malo; sino que hay dos tips de realidad, la de verdad, es decir la buena, y la impostada, es decir la mala.
Y aquí sí que no podría repudiar a mi madre.
Mis aficiones epistemológicas quizá viene precisamente de querer seducirla . Quizá le hubiera gustado saber que me interesa mucho el construccionismo o construtivismo, es decir esa historia que nos dice que es posible que la realidad sea esa que ella no hubiera llamado de verdad, sino de pega.
Y es que «en realidad de verdad» las burbujas o las manchas solares son realidades de otra naturaleza. La diferencia está en lo efímero de la segunda realidad. Una realidad construída es una realidad objetiva pero su duración puede ser muy corta pues hay muchas realidades posibles de ese estilo. En cambio la otra, la de verdad, es mucho más estable.
El mundo construido es un poco como la ficción que curiosamente cada vez se lleva menos o cada vez se entrevera más con lo documental ( a su vez real o ficticio). Hay multitud de ejemplos. Pensemos en las novelas de Javier Marías o en las de Vila-Matas, o en las de autores ingleses de moda aquí como MacEwan, que deben documentarse para escribir su obra de ficción. Pensemos en el cine. Acabo de ver IBERIA de Saura a la que ya me he referido en este blog. Se trata de undocumental sobre la música de Albeniz recreada por el cineasta. Medem hizo la Pelota Vasca y he leído que ha filmado otro documental sobre la esquizofrenia. Me dice mi mujer que la última de Spike Lee es otro documental «ficcionalizado» ( o al revés) sobre New Orleans y el Katrina. Y eso sin mencionar al Baron Cohen de Borat o al Mike Moore que lo que hacen son realmente documentales ficticios.
Mi sospecha es que estamos sedientos de realidad porque vivimos en el mundo construído por nurstras propias creencias. Hemos descubierto que éstas son manipulables por nosotros mismos y nos gustaría anclarlas. Justo lo que mi madre hubiera hecho sin ningún esfuerzo. Algo parecido al informe Baker-Hamilton sobre la situación de Irak, un jarro de agua fría sobre una apreciación de una cierta creencia que no estaba basada más que en esa creencia.