Me entero que los problemas de inestabilidad política del Congo, problemas no ajenos a las armas, van a poner en peligro la oferta de tántalo, un mineral imprescindible para la telefonía móvil y cuyas reservas principales están precisamente en esa bella y terrible parte del mundo, epicentro de tragedias humanas indescriptibles.
Ya habló de todo este problema Juan Pérez Campanero en un artículo de opinión en EXPANSION hace bastantes años y, quizá por su buena pluma, me impresionó mucho el asunto. Es el escenario perfecto para una película de denuncia. Como muchas otras de los últimos años, el blanco es doble. Se trata de denunciar simultáneamente el terrible sistema de libre empresa propio del neoliberalismo (sea lo que sea semejante cosa) y la corrupción de los dirirgentes de los llamados Estados fallidos.
Algunas empresas son, en efecto, terribles, y algunos diigentes de estados fallidos son también terribles. Pero el sistema de mercado debería funcionar incluso en esas terribles circunstancias. Funcionar, precisamente, para superarlas.
Ante la subida previsible de ese metal, los constructores de móviles deberían subir el precio. Incluso si alguno de ellos obtuviera el tántalo más barato gracias a dotes especiales para la corrupción, va en su beneficio seguir a los demás que no tienen más remedio que subirlo.
Ante este nuevo escenario, todos seríamos más juiciosos en el uso del móvil y quizá el ex-Congo Belga, tan machacado desde hace demasiado tiempo, podría aspirar a dejar de ser un Estado fallido manejando juiciosamente la explotación de ese mineral.
Yo tendría confianza en que un esquema de este tipo, en el que las manufacturadoras de aparartos telefónicos móviles y las operadoras no tendrían más remedio que competir, los resultados estarían muy alejados de poder ser utilizados como el mítico suplicio de Tántalo que frustra continuamente el deseo, en este caso de los congoleños de poder vivir sin jugarse la vida continuamente.
La dificultad para que todo esto funcione era la que explicaba hace meses, una especie de trampa de la liquidez generalizada que nos impide invertir en negocios arriesgados a largo plazo mientras florezcan las posibilidades de hacer dinero fácil a corto.
Es el momento de volver a preguntarnos ¿por qué no invertimos en Africa?