El Comité olimpico es una pendajada cursi. Es posible que sea corrupto y que sus miembros sean unos aprovechados. O no. Pero con ser la corrupción grave si fuera cierta, lo más molesto para mí es cuando se ponen dignos y tratan de homologar el espíritu olímpico a los derechos humanos o al fair play británico. Quizá el barón de Coubertin sabía de lo que hablaba; pero los de hoy no saben de qué va ese espíritu y solo les interesa que la ridícula llama olímpica encendida en Grecia viaje por todo el mundo sin que se apague. Y que continúe el sarao.