Me ha ganado por la mano y ha organizado, junto con unas amigas, un club de lectura, algo que yo siempre quise hacer.
Y, además, logra reavivar en mí el voyeurismo. Lo que yo daría por poder ver a todas ellas opinando sobre la novela asignada para ese día. Mirar por un agujerito igual me descubría su secreto, aunque cada vez soy más escéptico respecto a la existencia de semejante secreto. Les femmes ne son pas magiques, por contestar a una pregunta de Jean Pierre Leaud en alguna película; quizá La maman et la putaine o quizá cualquiera de Truffaut.
Ayer, en broma, una amiga, miembro fundador del club, me preguntó si no tendría yo un par de ideas geniales para la sesón del club a la que acudían en ese momento. Contesté que no tenía ninguna genial y desde luego no más de una.
Esa una era decir con todo el morro que Los detectives salvajes de Roberto Bolaño no es sino una glosa de la siguiente idea poética de Baudelaire:
Oh ma frivole
Je t ´adore
avec la pasion
D ´un príªtre
Pour son idole
Lo que mueve el poema son la idolatría, la pasión y, figura fundamental, el sacerdote, religioso o no, como el único ser que puede consumar la pasión en la idolatría. Y todo adolescente poeta es un sacerdote que necesita su ídolo para saciar su pasión. Y quizá también sea cierto que todo sacerdote idólatra no sea sino un adolescente apasionado.