Esperaré hasta mañana; pero de momento no he visto el gran artículo sobre su figura que quizás merecía, pero que con seguridad uno esperaba de sus colegas de generación y de sus discípulos.
Quizá unos u otros lo hagan en el futuro e incluso es posible que alguien se lance a organizar un volumen de homenaje académico-biográfico; pero de momento sus amigos de profesión han escrito, yo diría, que de manera rutinaria y solo algún discípulo ya mayor y curtido ha sabido subrayar los hitos y jalones obvios de su larga vida.
Yo no soy ni amigo, ni colega, ni discípulo y sin embargo me caía bien su voz de trueno y su capacidad de trabajo, personal y delegada. Quiero expresar mis condolencias a quien corresponda y evocar algunos de los recuerdos que tengo de él, además de pensar sobre la mezcla de actitudes que lo hacían diferente de otros coetáneos.
Durante años, y por razones tácticas de las que solo entienden los que están dentro del sistema universitario, formé parte del área de conocimineto «Economía Aplicada»en donde se ubicaban todos los profesores de Hacienda Pública. Esta colocación intencionada me permitió experimentar el placer de compartir tribunales de oposiciones con personas de su entorno o con él mismo. Es lo más cercano que nunca he estado de lo que imagino eran los académicos de antes de la guerra que, pienso, habían depositado en esta generación su amplitud de conocimientos no solo de su especialidad. A mí me parecían demasiado eruditos para mi gusto, pero disfrutaba de sus anécdotas y recuerdos.
Claro que oí hablar de él en los pactos de la Moncloa, pero para aquel entonces a mí no me preocupaba el futuro de la economía española sino el futuro de un país que no acababa de romper con el pasado y mi propio futuro como economista que entendía la teoría económica como una sofisticada forma de pensamiento que se agotaba en sí misma y no necesitaba ser redimida por ninguna aplicación externa por importante que fuera.
Claro que he seguido sus esfuerzos editoriales e incluso he contribuído con algún trabajo tanto a Información Comercial Española como a los más recientes Papeles de Economía o Perspectivas del Sistema Finaciero. Sin embargo mi generación era poco generosa con sus mayores porque eran el tapón objetivo que nos negaba nuestro lugar al sol. No podía mi generación optar a los grandes premios del ámbito económico hasta que don Enrique y otros de sus coetáneos no hubieran obtenido el suyo.
A pesar de todas estas críticas a esa generación , críticas que habría que habría que endurecer si añadimos la falta de incentivación para que sus alumnos se marcharan fuera en busca de nuevas perspectivas, su consistente autoritarismo al hablar de discípulos en lugar de referirse a alumnos o simplemente estudiantes, sus delirantes deseos de fundar una Escuela y su constante vigilancia de lo que pasaba a su alrededor para no dejar que las vidas de los demás florecieran o se agostaran solas, a pesar de todo ello digo había algo en don Enrique que nunca me permitió asesinarlo en mi corazón.
Nada mejor para reflejar esa debilidad mía que una carta que envié a falta de e-mail a SB, colega mio de Sarriko y que pasaba un año en Stanford con su familia,en la que trataba de explicarle lo que yo quería para mi futuro después de haber salido inesperadamente del Gobierno Vasco. Le contaba a SB que pretendía ser algo como la versión puesta al día de Fuentes Quintana. Pero no por el autoritarismo o la jefatura de filas, creo, sino por esa mezcla de teoría y práctica que solo he visto destacada por Gabriel Tortella en La Vanfuardia estos días necrológicos.
Lo que me fascinaba y me fascina es la transformación de la realidad y creía saber y ahora sé que sé que esta transformación solo se puede llevar a cabo a partir de teorías propias o apropiadas, abstractas o intencionadas, testadas o no, pero siempre deslumbrantes. Lo que yo veía en don Enrique, creo entender ahora, era la luz del rayo y su fuerza letal que mata el error y es condición indispensable para preparar el terreno para la construcción que se hará más tarde por quien sea.
No tengo ni idea de si soy fiel a una biografía densa y rica; pero a pesar del distanciamento consciente de nuestra generación de los que creíamos no nos habían ayudado a ponernos al día, creo que es justo y también placentero en mi caso reconocer que Fuentes fue para mí una reminiscencia lejana de anhelos inconfesables y bien profundos.
Esperaré a mañana para ver si alguien es capaz de honrar a Enrique Fuentes Quintana con palabras que no sean simplemente rutinarias.
Ya es mañana y veo, como esperaba, que Estefanía escribe sobre don Enrique en El País Domingo , en su columna habitual. Interesantes reflexiones sobre los técnicos y los políticos que parecen dirigirse más bien sobre Miguel Sebastián. Yo personalmente nunca he esatado de acuerdo sobre el alejamiento de la política que practican la mayoría de los llamados técnicos. Es imposible, creo yo, tener una idea que crees importante para la convivencia- y las ideas económicas siempre lo son- y quedarte esperando a que te la compre alguien que pasaba por allí.
Quiero decir- y con esto termino- que Fuentes tenía una clara vocación política. Otra cosa es que tuviera paciencia con los políticos profesionales con miltancia partidista.