No es un refrán y por eso no lo odio tanto; pero comparte con esos bocaditos de presunta sabiduría su carácter de sentido común congelado casi siempre desacertado. Me refiero a esa idea que se expresa diciendo que «no saques nunca la pistola si no estás dispuesto a disparar». Utilizaba esta expresión Emilio Lamo de Espinosa en la segunda parte de una tercera de ABC sobre El 11-S y el nuevo escenario estratégico publicada el martes 12 de septiembre.
Refiriéndose a la vía europea hacia la solución del aparente conflicto con el mundo árabe, más o menos fundamentalista, y más en concreto al envío de tropas europeas bajo bandera de la ONU al Líbano, escrbía:
nada hay más arriesgado que enviar fuezas…cuando no se tiene la seguridad de querer utilizarla, pues la paradoja de la disuasión es que nada llama con más fuerza a la violencia que la apariencia de debilidad ( No saques la pistola si no estás dispuesto a disparar….)
Sin embargo la sabiduría congelada que se expresa entre paréntesis y, por lo tanto, toda la frase me parecen un poco anticuadas. Trataré de encapsular una sabiduría alternativa y luego la defenderé.
Mi sabiduría alternativa sería:
No tengas pistola; si la tienes no la desenfundes, si la desenfundaa no la dispares y si la dispares que sea contra tu cabeza.
Tener pistola es razonable, se me dirá, en un mundo en que otros la tienen; pero si lo que buscamos es la sabiduría general, lo mejor es no tenerla. En un mundo sin pistolas habría violencia, pero sería menos definitiva y sus efectos o errores, legales o no, podrían ser reversibles. Un mundo en el que nadie tiene pistolas es como esa buena solución de un dilema del prisionero que parece que nunca se puede alcanzar. Como hay maneras teóricas de explicar en qué condiciones esa solución buena sí puede alcanzarse y como experimentalmente se alcanza a veces, mi sugerencia no es irracional de entrada.
Si, de todos modos la tienes y la desenfundas es muy probable que el otro sea más rápido que tu y todo acabe fatal también para tí aun suponiendo que el oponente no se vaya de rositas. O sea que estamos como en el caso anterior.
Si la desenfundas y el otro es más lento y disparas liqidándole, no solo el rencor atávico contra tí y tu estirpe será muy duradero por parte de los miembros de la suya; sino que lo más probable es que el enemigo desarrolle un arma que te venza algún día.
Alternativamente, una vez desenfundada la pistola con ventaja temporal lo mejor es pegarte un tiro en la sien. No hay nada tan desconcertante como esta autoagresión letal. No sé lo que el otro quería; pero si ahora lo puede conseguir, estoy casi seguro que no lo disfrutará. Y, en cuanto a tí, habrás ganado una batalla importante que el enemigo no olvidará facilmente de la misma forma que Al Qaeda está ganado algunas batallas a occidente más allá de la destrucción que acompaña al suicidio terrorista. Justamente al estilo de los bonzos que solo se autoinmolan sin arrastrar a nadie con ellos al más allá: una táctica enormemente efectiva en la guerra de Vietnam.
En los párrafos anteriores hay ya una defensa práctica de mi propuesta. Ahora me falta la defensa intelectual.
Esta defensa intelectual de mi propuesta está basada en una limpia utilización de la teoría de los juegos, justamente el instrumento que se está utilizando implícitamente por Emilo Lamo. Si no hay conocimiento común de la maldad ajena ( es decir si todostenemos todavía alguna esperanza de que quizá no somos siempre malvados ) y si alguno de los dos jugadores juegan la estrategia que propongo me parece que existe un equilibrio de Nash en el que nadie tiene pistolas y, por lo tanto, nadie se suicida. También existirá el otro equilibrio, el que parece obvio; ese en el que todo el mundo tiene pistola, todo el mundo la desenfunda y la usa contra el vecino.
Si existiedo mi equilibrio alguien prefiere el otro ¿qué hacemos?. Lo único que podemos hacer los demás es tratar de explicarle que hay otro mejor y que es alcanzable. Lo peor es que no lo entienda pues entonces quizá nos veamos abocados a varios suicidios seguidos hasta que se dé cuenta. Pero bueno, la estupidez no forma parte de la teoría de los juegos o sea que, en ese contexto, no deberíamos preguntarnos por esas cosas.
Nada de lo anterior es una broma retorcida propia de un pacifista o de un moralista. Si se lo pareciera deberían tratar de desmontarla para lo cual enfrentan una disyuntiva. O bien me demuestran que mi análisis es incorrecto o bien me explican que la teoría de los juegos es, en sí misma, una broma. Incluída, claro está, la teoría de los juegos que implícitamente se utiliza muy a menudo por los analistas geoestratégicos.
Si mi análisis no es incorrecto, estos analistas geoestratégicos deberían revisar su arsenal de instrumentos y ponerlos al día y, en cualquier caso, no desenfundarlos con ligereza. Si, por el contrario, mi análisis fuera incorrecto yo haré mutis por el foro, el equivalente de pegarme un tiro en la sien.