En los últimos días he leído un par de columnas en el FT dedicadas a criticar a los consejos de los bancos. Ambas criticaban implícitamente los salarios de los consejeros tanto ejecutivos como no ejecutivos. Pero sobre todo apuntaban a estos últimos por su desconocimento del negocio. Lo mismo se podría decir de los consejos de cualquier otra industria; pero estos días hablamos de bancos porque están en el ojo del huracán de las turbulencias financieras.
Veamos. Su papel es controlar a los ejecutivos en favor de los accionistas para lo cual es importante un poco de cultura corporativa; pero también vendría bien, vienen a decir, que supieran algo de finanazas, cosa esta última que suele ser inaudita porque se le escoje bien entre los ex ejecutivos de grandes empresas bien por algún otro tipo de reputación no precisamente financiera.
Los dos artículos del FT intentaban convencernos de que esos consejeros de banco deberían saber algo de manejo de los riesgos para poder juzgar las propuestas de los ejecutivos.
Mi punto de vista es distinto. Creo que los consejeros deberían ser accionistas para así estar seguros de que defienden los intereses de éstos mientras defienden los suyos propios, una idea que no encajaba cuando se habló y mucho de los consejeros independientes. Si así fuera, esos consejeros conformrían un foro que no dejaría de preguntar, como chiquillos empollones hasta que entienden lo que se les propone.
Si saben ya de finanzas quizá esa labor lleve poco tiempo, pero lo imporante es que sea gente dotada y terca convencida de que lo que no entienden es que no está claro. Quizá las mujeres sean mejores en esta manera de estar en el mundo.