Desde que en mi época de estudiante de doctorado topé con Kenneth Boulding y su Grants Economy, he estado interesado en aquella parte de la Economía que no tiene que ver con el mercado.
Un interés que no va en desdoro de mi admiración por el mercado, sino que lo complementa. El mercado es maravilloso como construcción social pues canaliza muy bien la enorme fuerza creativa de la competencia. The Nonprofit Economy, por utilizar el título del libro de Burton A. Weisbrod, parecería que, al reflejar que una buena parte de la actividad económica no pasa por el mercado, parecería que nos está diciendo que la creatividad de la competencia puede quedar debilitada. Pero, en mi opinión, lejos de ello, la actividad filantrópica aumenta esa creatividad por caminos que todavía no están claros para el pensamiento teórico-económico.
Me propongo ir desgranando algunas ideas al respecto a lo largo de las próximas semanas de modo que hoy me basta con destacar las preguntas que se me antojan más interesantes.
A partir de tratar de contestar la pregunta básica de por qué existe la actividad filantrópica, cabe preguntarse por qué esa actividad reviste una forma u otra, cómo debe gestionarse cuando reviste la concreta forma fundacional, a qué deberían dedicarse las fundaciones y, finalmente cómo deberían regularse.
Sobre algunas de estas cosas ya escribí en el pasado en la Revista de Occidente; pero mi interés se ha reavivado tanto porque parece que EXPANSION se interesa por la filantropía anunciando una nueva edad de oro para ella, como porque Becker y Posner acaban de escribir sobre ello en su famoso blog con algunas ideas que me han chocado.