Decía que el porqué, en mi opinión, se entendía muy fácilmente. Con una actividad filantrópica continuada lo que se persigue es fundamentalmente crear mercados.
Sin embargo esto no es lo que se dice normamente en la prensa diaria que últimamente le dedica a este asunto una atención inusitada.
Se dice que es el ego, es decir, la necesidad de diferenciarse. Unos tienen yates, otros se entregan apasionadamente a cultivar la vid y otros hacen filantropía a traves de una fundación que lleva su nombre como lo podría llevar una botella de vino con denominación de origen.
Esta motivación para la filantropía no parece descabellada, especialmente si la extendemos un poco y hablamos no solo de ego sino de una forma desesperada de deseo de no morir y de dejar al menos tu nombre. No será ego; pero se le parece mucho. Es como si mi ego se hinchara hoy imaginando que la imagen que tendrán de mí es la que quiero que tengan, aunque no vaya a disfrutarla después de muerto.
Cuando la filantropía se ejerce en el contexto empresarial, se suele justificar como una devolución a la sociedad de lo que ésta ha dado a esa empresa. Nunca he entendido este argumento. Si se quiere devolver algo es que nos lo hemos llevado o, si pensamos en la famosa R.S.C., que debemos atender a los stakeholders de nuestra empresa. Sea una u otra la explicación del deseo de devolución, me parece tramposo.
Haber cobrado menos en su momento o presionar para que cambie el gobierno de la empresa incluyendo a todos los stakeholders parecerían las reacciones más explicables. Creo que la filantropía empresarial es simplemente una forma de hacer crecer el valor de una marca.
Un amigo, Fernando Fernández, se reía el otro día de los que creen que la filantropía es publicidad encubierta y no me dio tiempo a preguntarle por qué le parecía algo erróneo o risible. Lo tomaré como un signo claro de que hoy se admite que hay una especie de genuina fraternida en la filantropía. Nadie soy para negarlo; pero el principio de generosidad no me parece un fundamento serio para entender el fenómeno.
Aunque necesitaría más tiempo y más espacio para explicarlo me parece que mi idea inicial sigue siendo correcta con una pequeña variación. Cuando la empresa de uno, o uno mismo, se mueve en la economía del conocimiento la lucha no es simplemente en el mercado sino por el mercado, dada la potencia del efecto-red.
Esto debería ser obvio si uno piensa que el mercado de uno mismo es el mercado de mi propia obra. Por ejemplo el mercado de posts de Juan Urrutia. Y para quedarse con el mercado no basta con introducir nuevas mercancías, sino que hay que dificultar la entrada ajena en ese mercado que, en principio, admite sucedáneos y productos sustitutivos, más allá de la protección natural que ofrece el efecto-red. Por si acaso hay que reforzar ese efecto delineando atractivamente la comunidad identitaria que se asocia a la marca. Y ser filantrópico es una manera de hacerlo.
Y así acabo con el porqué de la filantropía. Seguiré con las otras preguntas que me planteaba al iniciar esta miniserie.