Empecemos por saber lo que es esta figura topológica, la cinta de Moebius
Alvaro Delgado Gal, en una columna reciente de ABC, pretende utilizarla como metáfora de la política del momento, al menos en lo que concierne a esas elucubraciones poco discretas que hoy corren sobre la posible de tregua de ETA.
Describe este columnista el desconcierto general que percibe como un «azoramiento cognitivo» y se pregunta si habría alguna alternativa a esa logomaquia observada que, en mi opinión ahora, muestra a las claras que no hacemos caso a Wittgenstein y callamos cuando no somos capaces de decir nada claro.
La contestación que ofrece a su propia pregunta es denominada como La Alternativa Mí¶bius. Dice así:
«…no existen dos caras de la cuestión, una esotérica y otra exotérica, una invisible y otra visible, sino una sola cara. Ni ETA va a rendirse ni el Gobierno ha tramado la sigilosa entrega de España. Sencillamente El gobierno se ha hecho un lío…»
Demos un pequeño rodeo antes de volver al estado actual de la política.
La diferencia entre lo oculto y lo público es fácil de distinguir en el caso del cilindro que podríamos hacer con la misma banda con la que fabricamos la cinta de Moebius. Lo exotérico está fuera y se ve. Lo esotérico está dentro y no se ve. Todo tiene dos caras según esta metáfora y solo conocemos una o eso es lo que imaginamos. Sin embargo en la cinta de Moebius no hay distición entre lo interno y lo externo, entre lo privado y oculto y lo público y conocido por todo el mundo.
En este sentido la cinta de Moebius es una magnífica metáfora, no solo de la política española de hoy, sino de toda la época «posmoderna» que nos toca vivir. No hay nada «ahí fuera» que se pueda observar sin distorsiones des de «aquí dentro». No hay atalaya privilegiada desde la que se puede mirar a la realidad fenomenológica y estar seguros que lo que vemos es la realidad desnuda.
Y ahora podemos volver a la política. El «azoramiento cognitivo», tan propio del momento, no consiste en que solo hay una cara en la realidad política española actual y que ésta consiste en que el Gobierno no se aclara. Yo diría más bien que lo que ocurre es que no hay forma de aclararse y que no hay nada peor que intentar hacerlo. No hay manera de tener buena vista o mejor que la de los otros. No hay más remedio que convertirse en un sincretista creativo. Hay que recojer todos los pedacitos de información que aparecen aquí y allí y tratar de encajarlos en un puzzle sin modelo de apoyo.
Pensar la política me parece hoy un de un ejercicio sin precedentes, precisamente por el «azoramiento cognitivo» que preside todo lo que hoy tiene que ver con lo político. Eso por un lado; pero hay otro lado de la cuestión que también rezuma sentimiento posmoderno. No se trata solo de una cuestión epistémica, sino sobretodo de una cuestión de poder, de ese poder que aparece como oculto porque está fragmentado.
Estoy seguro que para mucha gente esta incertidumbre es irritante. A mí me consuela mucho. Quizá porque estoy harto que me den lecciones los que dicen saber más que lo que se ve. Y lo que yo veo es un gobierno que, ciertamente, no jerarquiza las cosas de la manera obsoleta de hace años. Esto es, en efecto, algo realmentemuy peligroso. Puede ocurrir, sin embargo, que sea este Gobierno, tan poco apreciado incluso por sus amigos, el único que se ha dado cuenta de que el mundo ha cambiado de manera radical. Esto sería lo peligroso…para los demás.
O también puede ser que no se haya dado cuenta; pero que actúe como si estuviera al tanto. El resultado es el mismo: nos ha sobrepasado a todos y nos ha dejado obsoletos. Haríamos bien en tratar de ponernos un poco al día.