Angel Ubide, en una columna de el diario El País de ayer sábado, planteba la siguiente alternativa diabólica. Ante el rebrote inflacionario que apunta en los EE.UU, la Reserva Federal puede hacer dos cosas. Si no sube los tipos, el mercado interpretará que la autoridad monetaria acepta una mayor inflación y esperará una subida de los tipos a largo, expectativa ésta que acelerará o profundizará el desplome del mercado inmobiliario que ya ha dado signos de debilidad. Pero si los sube, el mercado entenderá que hay alguien duro al frente de la FED y que se va a frenar la inflación a costa del empleo, iniciando así una recesión.
El escándalo de las gestoras de inversión en bienes tangible plantea curiosamente una alternativa similar. Llamemos X a esa gestora o a la autoridad regulatoria competente, central o autonómica, o a la Agencia Tributaria o ala Fiscalía Anticorrupción o a la Audiencia Nacional o a todas estas instancias a la vez. Si X se da por enterada y actúa, tal como ha hecho, se desploma la pirámide que podría no ser delictiva. Si X no se da por enterada y no actúa, la pirámide, que podría ser delictiva, se amplía de forma que, en el futuro, su derrumbe podría ser más grave, a no ser que las cosas se solucionen solas.
Estas alternativas diabólicas son ineluctables en cuanto hay autoridades regulatorias o judiciales. Nada es gratis en esta vida y menos en la económica, incluída la regulación o la judicatura. El precio de que no ocurran desastres en una economía libre es la existencia de esas autoridades que generan sus propios desastres.
Tenemos que esperar que los desastres inducidos por las autoridades sean menores que los naturales y que aquellos vayan siendo menores a medida que vamos aprendiendo mediante el inevitable sistema de «prueba y error». Yo creo que hay evidencia suficiente para crer que esto es así.
Pero nada de esto es nuevo. También hay enfermedades típicas de hospital y aquí también no tenemos más remedio que aprender a luchar contra esta némesis médica a la que poco a poco vamos reduciendo.
Esto me recuerda a un grabado (del grafista bilbaino Juan Carlos Eguillor) que durante muchos años adornó la entrada de nuestra casea en Las Arenas. Incluía una bienvenida a «esta casa a cubierto de todos los crímenes que no sean los propios». O algo muy similar.
O sea , que las alternativas diabólicas han de ser bienvenidas porque, a l fin y al cabo, son nuestras.