Salí de mi sesión de análisis, como siempre pensativo, o más bien ensimismado vestido, por exigencias del día, como un banquero de inversiones. Tenía unos 90 minutos para llegar a casa Ciriaco a celebrar el Andoni florido de Mayo convocado por Kueli recomendando camisa de flores y guirnaldas.
El Andoni merece un post específico pues es una asociación informal llena de exigencias rituales que nunca se cumplen. Se reúne todos los meses y en dos de ellos hay una exigencia adicional. El de Navidades exige un gorrito de Papá Noel y entrar con él puesto en el Hotel Palace. El de mayo está dedicado a la primavera y , como decía, las camisas deben reflejar el mes de María.
Decido que tengo tiempo para transformarme y enfilo la calle Fuencarral hacia el sur a la búsqueda de una tienda de ropa para hombres y de una floristería.
A medio camino entro en CORLEONE, una de esas tiendas que voy buscando y que tiene un escaparate con buen aspecto. Me dirijo a una chica jóven y le pregunto si tienen camisas de flores. La chica, guapa y sonriente, me espeta: » Tu eres el padre de Rafa». Mi hijo mayor se llama Rafa efectivamente y, como de repente, reparo en que estoy hablando con una amiga de este hijo mío que se llama justamente Elena Flores. Muy apropiado.
Cotilleamos un rato sobre ese hijo que está en Miami y cómo ella mientras tanto ha tenido dos hijos y que la tienda la ha puesto con su hermano. Mientras ma busca una camisa de flores que me deje bien ante mis contertulios itinerantes, llamo A Rafa por teléfono a Miami y me contesta inmediatamente diciendo que me llama en un instante. Vuelve Elena con varias camisas menos llamativas de lo que yo desaría y me hago a la idea de que tengo que comprar algo que no solo me sirva para cumplir con el Andoni. Le digo a Elena que llamará Rafa y que le coja ella el teléfono para darle una sorpresa.
Las camisas me queda bien de hombros pero no me atan en la barriga ( de mañana no pasa, tengo que empezar la dieta). Cuando, desnudo de cintura para arriba, le voy a decir a Elena que necesito una realmente XXlarge, le veo lívida: ha llamado Marisa y le ha colgado al oir una voz de mujer. Ya imaginan que Marisa es mi mujer.
Pospongamos las explicaciones para esta noche pienso yo y me pruebo la camisa para gordos. Me sienta perfectamente y con ella puesta contesto a Rafa que llama desde Miami. Se lo paso a Elena y mientras guardo mi camisa de ejecutivo , mi corbata ya un poco ajada y mi chaqueta en una enorme bolsa de CORLEONE. Un par de besos a Elena y prosigo mi acercamiento a casa Ciriaco con la intención de topar con una florsitería.
Y aquí empieza la parte profunda de la parte salvaje. Apretando la Bolsa con mis pertenencias contra el costado, con una mano en mi billetera y procurando evitar a los trileros, no puedo dejar de contemplar las negociaciones de un jóven con una jovéncisima prostituta y los oficios de un árabe, también jóven, sonriendo a lo personaje barriobajero de Pasolini animando a un campesinito despistado a acercarse a una segunda prostituta ante las risas de un grupo de ellas en un momento de relajo de su trabajo. Nadie presta atención a un viejales que con camisa de flores se pase a la búsqeda de una floristería.
La encuentro en el final de la calle Mayor y compro, a falta de guirnaldas, seis claveles de varios colores que meto en la gran bolsa.
Llego, mi camisa triunfa, reparto los claveles y escucho atentamente la narración del atentado a Alfonso XII con bomba accionada por Mateo Morral desde el piso cuarto un día de 1906.
Ensimismado, ya un poco achispado y orgulloso de mi camisa, dejo caer salsa de tomate sobre sus flores. Me derrumbo pensando en mi entrada a casa con una camisa entomatada, con una bolsa enorme con mi chaqueta, mi camisa y mi corbata y tratando de explicar que la mujer que cogió el teléfono es una amiga de nuestro hijo.
Mientras el taxi me lleva al cadalso me duermo beatíficamente con el sonido de Lou Reed en la cabeza como colofón a este paseo por la parte salvaje de esta ciudad que me traga.