El rebote de Gallardón ante la negativa de Rajoy a colocarle en las listas por Madrid, ha ocultado el movimiento, más significativo, de nombrar al último afiliado del PP, Manuel Pizarro, como número dos por Madrid y su posible utilización como gurú económico del citado partido en estos tiempos de turbulencia, segun tenemos que oir todos los días.
Como lanzamiento al ruedo político de esta figura nos han regalado su biografía, lo que me exime de hablar largo y tendido de ella. De lo que quiero hablar es de la idoneidad de esa biografía profesional para dirigir la política económica de España desde cualquiera responsabilidad que tuviera que asumir en caso de que el PP llegue a gobernar a partir del 9 de marzo.
Le oí a él mismo en TV adornarse con sus dos oposiciones, la de Abogado del Estado y la de Agente de Bolsa que hoy te convierte en Notario. Sabe, por lo tanto, todas las triquiñuelas jurídicas aunque esto no le convierte en jurista de prestigio y, al igual que su jefe Rajoy que es Registrador de la Propiedad, es un hombre que da fé de lo que pasa sin entrar en el juicio de lo corecto o incorecto de eso que pasa. Sospecho que quien da fé tiende a no ensuciarse las manos y, por lo tanto, pienso que, si ese fuera el caso de Pizarro, deberí amos preocuparnos porque no creo que se puede actuar en política sin estar dispuesto a renunciar a la pureza en favor de la eficacia.
¿Es alguien así adecuado para la polí tica? Igual sí , pero yo lo dudo por una razón, muy tonta si se quiere, pero que la experiencia me ha ratificado como vá ¡lidad una y otra vez. Los opositores en general se conocen los temas pero no conocen profundamente el porqué de lo que recitan. Te lanzan el tema 17 venga o no venga a cuento y te lo recitan de pe a pa porque así estaba en el temario sin pensar que, para el caso relevante del momento, igual bastaba con la mitad de ese tema o igual era necesario adobar esa mitad del 17 con parte del 43.
Pero Pizarro es mucho más que un opositor. Desde su posición de Agente de Bolsa llegóa presidir la Bolsa de Madrid, una función un tanto corporativa pero que va acercando a nuestro personaje a la capacidad de tomar decisiones y a ser un hombre de acción. Nada tengo que destacar de ese período porque no lo recuerdo muy bien, pero no me extrañaría que, en ese tiempo, Pizarro hubiera estado involucardo en la reforma del mercado de valores español que nos puso al día y que coinció en el tiempo, más o menos, con el verdadero despegue económico español a rebufo de la extarordinaria acumulación de capital que experimenta la capital, Madrid, y de la que son artí fices, como siempre, los periféricos que llegan al centro con ganas de comérselo a bocados.
Se dice de él que, junto con amigos de profesión, igualmente periféricos, apoyaron a Aznar desde muy temprano en su carrera poí tica y que siempre han tenido influencia sobre el pensamiento económico del ex-presidente del gobierno de España. Ocupan hoy todos ellos puestos relevantes en el mundo empresarial lo que demuestra su capacidad de trabajo y posiblemente su buen juicio y su adapatación a los acidentes del terreno.
Quizá debido a esto Manuel Pizarro llegó, desde la Presidencia de Ibercaja, a ser Presidente de la CECA (Confederación Española de Cajas de Ahorros). Es como tal que yo tuve el gusto de conocerle en una sesión del Consejo Editorial de Expansión y Actualidad Económica y quedé realmente asombrado de su inteligente y simpático populismo. La razón de ser de las cajas o su futura regulación o su transformación hacia una forma de actuar más acorde con la lógica del mercado, recibió por su parte una contestación acorde con su responsabilidad del momento, pero que iba más allá de lo exigible como tal y entraba en una defensa épica de su papel que nos dejó a todos atónitos por su energía y su aparente sinceridad. Necesité dos o tres dí as para encontrar los puntos débiles de aquella argumentación lucidísima. No solo era el opositor brillante, sino también el militante del bienestar de ese pueblo al que se debía, según él, una dedicación seria y responsable que el mercado no sabría darle y que él, Pizarro, estaba dispuesto a proporcionarle desde las Cajas de Ahorro.
Como se comprenderá esto despertó mis recelos pues no habí a en su discurso ni un guiño hacia las posibilidades realmente mágicas del mercado. El Abogado del Estado como servidor de ese Estado no podía ocultar sus proclividades intevencionistas. No me ha extrañaado nada por lo tanto ni que esté dispuesto a «sudar la camiseta» ni que quiera intervenir inmediatamente en la política fiscal diciendo que «donde mejor está el dinero es en los bolsillos de los ciudadanos». Encomiable reflexión que, aunque coincide con la Bush, o quizá por eso, hay que meditar un tanto, especialmente cuando no nos dice en donde está el exceso de gasto o cómo matendríamos el sagrardo superavit presupuestario con menores tipos impositivos. Se puede hacer, pero se necesita un cambio fiscal radical como, por ejemplo, el propuesto en su día por Miguel Sebastián y no se puede esperar que esos recortitos mal especificados surtan efecto como por arte de magia ante la situación actual que sigue sin ser diagnosticada con un poco de seriedad y sobre la que todavía no ha dicho ni mu nuestro wunder kind.
Me gustaría ahora finalmente entrar a considerar la idoneidad de Pizarro, no la personal, sino la derivada de su experiencia profesional, para lidiar contra esa recesión e incluso crisis con la que nos amenazan los dirigentes del PP un día sí y otro también corriendo el peligro de que, por exagerar, no les creamos cuando debier amos efectivamente pensar sobre ello, tal como he pretendido estos últimos días, preguntándonos de qué hablamos, qué pasa y qué hacer en relación a la situación económica presente.
Para ello lo mejor es repasar la actuación de Pizarro en el asunto de la OPA sobre ENDESA, sin necesidad de subrayar la forma populista en la que sacó a relucir su formación jurí dica enarbolando la constitución en un formato tan pequeñito que él,también menudo, parecí a un maestro de madrasa afgano blandiendo el Koran o, todaví a peor, un prochino de mi juventud arguyendo acaloradamente con el libro rojo de Mao sustituyendo a una buena razón.
No es esto, sin embargo, lo importante. Lo que tenemos que recordar es porqué hubo una OPA y cómo parece que Pizarro supo conseguir para los accionistas un mayor precio que el ofrecido por el primer opante. Déjenme recordar lo que resumí en su momento en un seguno artí culo sobre el asunto que había sido precedido por uno más analí tico:
Recordemos mi opinión al respecto. Incidía en que nos estábamos olvidando de que, si las cosas habían llegado a un punto en el que la acción haí a casi triplicado su valor, debería estar claro que la gestión había sido mala. Es conveniente no olvidar este punto para no entronizar al presidente de Endesa como un gran aportador de valor a los accionistas. Lo ha conseguido; pero solo vendiendo la compañí a por su verdadero valor, el que él no supo sacarle y eso después de un año de, supongo, no prestar mucha atención a la gestión efeciente de la producción de kilowatios.
Me ha parecido oportuno recordar ese recordatorio pues creo que sigue siendo adecuado para imaginar lo que, con esta actitud, Pizarro harí a por España. Venderí a España by the pound ( por recordar una expresión de The Who o quizás de Pink Floyd) y seguirí amos con ua ridícula productividad. Sería luego alguien como los Entrecanales los que tendrían que arreglar los problemas internos para sostener el falso oropel con que se habí a disfrazado la compañí a. No es la persona adecuada para enfrentar los verdaderos problemas económicos de España más allá de la coyuntura. Pizarro no sabe, creo yo, transformar los ladrillos en ordenadores y los camareros en científicos o, si lo sabe no lo ha demostrado en su prática empresarial última.
Esto es lo que pienso de Manuel Pizarro. Por lo demás, si ha hecho mucho dinero, no me queda más que felicitarle y decirle que lo disfrute, que son dos días.