No es la mirada huidiza del sacerdote que busca de través a su dios.
No es la mirada asombrada de un niño que solo quiere estrenar el juguete, ni la limpia del desnudo filósofo que aparta al gran Alejandro del rayo de sol que le calienta.
Tampoco es la mirada inerte del condenado a muerte con los ojos desorbitados fijos en el verdugo.
Es una mirada arrogante. Pero no tiene nada que ver con la arrogancia de un Mario Conde, revestido de una toga de Armani, que se sabe más inteligente que sus jueces.
No, no es la arrogancia de la superioridad intelectual. La mirada de Txapote es la mirada de la superioridad moral del que se sabe, como asesino terrorista, jenseits von gute und böse. Sí, más allá del bien y del mal, por encima de las simples reglas morales que solo sirven para modistillas y de las de antes.
La mirada arrogante de Txapote no es un ejemplo de la banalidad del mal, ese horror que nos mostró, no sin ambigüedad, Hanah Arendt como observadora del juicio de Eichman. En esta banalidad asesina pensé cuando los secuestradores de Ortega Lara, perfectamente afeitados y con camisetas impolutas, reían entre sí encerrados en su jaula de cristal.
El mal que Txapote representa no es banal. Es la superioridad moral de un Papa sin apoyo teológico. Es la superioridad moral de Lucifer. Arrastra.
Y no se desprecia a Lucifer. Sería un error el hacerlo. Uno se protege de Lucifer atándose a un poste porque su atracción es irresistible.
Quien no haya sentido la tentación del desprecio hacia quien ha de juzgarle, no puede imaginarse lo difícil que es no caer en ella.
Créanme, no muestren al público la mirada arrogante de Txapote a fin de promover el odio al delito o al delincuente arbitrario y malvado. Es contraproducente porque atrae a todos los que saben lo que es el vértigo del abismo y desprecian la banalidad del bien.
Sólo hay un refugio contra una y otra cosa, contra la estupidez del poder colectivo y por tanto ajeno (banalidad del bien) y la debilidad del poder sobre uno mismo (banalidad del mal): el Sión Digital. Sólo en la frondosa jaula de la libertad podemos ser sin temer a los otros ni haber de temernos a nosotros mismos.
Una tierra prometida ha de cumplir necesariamente tus condiciones David; pero la cuestión es cómo alcanzarla.
La frondosa jaula de la libertad es un buen verso que no se hará nunca realidad aunque nos desenganchemos de todo el imaginario colectivo heredado y construyamos otro, el nuestro, desde el principio.
No hay principio sin pecado original.
La arrogancia en la mirada de Txapote se debe a su insensibilidad humana de psicópata y a su insensibilidad social de fanático de la secta destructiva a la que pertenece, pero creo que también subyace en ésa chulerÃa la secreta esperanza de verse amnistiado en un futuro no muy lejano (el “proceso de paz” dejará en libertad a muchos y muchas de estas “cosas”). Además, la historia reciente -dos amnistÃas- les dá esperanzas más que fundadas de que pronto ván a salir.
Quizá sea un ignorante pero a mà lo que me da miedo es que se le puedan buscar tantos matices a la actitud de una persona que desde mi perspectiva lo que ha hecho ha sido, sencillamente, quitarle la vida a otra persona.
Matar no está bien y si admitimos matices estamos perdidos.
Es curioso pero esos matices se hacen tanto más complejos y entrevesados cuanto más lejanos (inconscientemente) creemos estar de ser la vÃctima.